María José, hija de Raimundo Dante Bodo: «Yo vi todo y me escondí en el refugio de un niño»


María José, hija de Raimundo Dante Bodo: «Yo vi todo y me escondí en el refugio de un niño»

El 10 de abril de 1976 a las 2:15 horas, Raimundo Dante Bodo fue asesinado por un grupo de tareas de la dictadura militar a pocos metros de la puerta de su casa, en calle San Juan entre avenida Mitre y Pedernera. Minutos antes había intentado despertar a María José, su hija menor de cinco (5) años, tal vez para una despedida, presintiendo el cruel desenlace. A 47 años, la mujer rememoró esos hechos que había guardado durante tanto tiempo: «creyeron que dormía, cosa con la cual cargué toda la vida. Y no fue así».

Las palabras de María José conmovieron a quienes siguieron atentamente su relato reproducido en un video durante el acto de homenaje al Dr. Raimundo Dante Bodo, un recordatorio y distinción a quien fuera docente de la carrera de Licenciatura en Administración de Empresas, que organizó la Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales.

En la ceremonia realizada en la tarde de este lunes en el marco de las actividades por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, se descubrió una placa recordatoria y se instituyó con el nombre de Raimundo Dante Bodo al Aula 2 de la planta baja del campus del Centro Universitario Villa Mercedes.

Bodo, además de su desempeño académico en la UNSL, fue una figura destacada en el ámbito político, gremial y profesional, actividades que desempeñó siempre bajo la premisa de la defensa de los derechos humanos. Su nombre y el de su esposa, Elida Fauri, también docente universitaria, figuran en el libro Nunca Más (recientemente presentado por la Universidad Nacional de San Luis), entre los profesores «despedidos» por las autoridades interventoras del gobierno de facto.

María José tiene actualmente 52 años. Poco después del asesinato, cometido cuando recién se iniciaba la última dictadura, la familia Bodo integrada por la esposa, Luisa Elida Fauri, y dos (2) hijas de cinco (5) y siete (7) años, emigró de Villa Mercedes. Durante décadas había permanecido en silencio y alejada de toda noticia relacionada con el asesinato de su padre. Un primer contacto, el de la periodista Belén Dávila, la acercó a la causa y a la UNSL. Un segundo, gracias a la iniciativa de la FCEJS, al acto que se desarrolló el lunes pasado.

Su aporte a la actividad organizada por la Facultad fue más que un relato grabado, acompañado con imágenes que había conservado de su padre. Fue la revelación de un recuerdo que había guardado desde niña, especialmente de los hechos de esa madrugada del 10 de abril de 1976, cuando su padre se acercó para despertarla, minutos antes del cruel desenlace.

Primero recuerda los llantos, incontenibles. Luego se presenta: «Mi nombre es María José Bodo, hija de Luisa Elida Fauri de Bodo y de Raimundo Dante Bodo, ambos profesionales. Mi madre, en la época en que nos situamos, año ’70, profesora de Filosofía y Letras de la Universidad. Mi padre, una personalidad importante en la vida de Villa Mercedes».

El relato, de poco más de 11 minutos, es sencillo, sentido y entrañable. María José pide disculpas: «entiendan que habla una niña de cinco (5) años en ese momento». Pero sus años, tan pocos que caben en una mano (parafraseando al poeta Antonio Esteban Agüero en uno de sus romances) parecen muchos para un recuerdo grabado a flor de piel.

«Lamentablemente muere en manos asesinas en la madrugada del 10 de abril de 1976, a mis cinco (5) años. Los recuerdos son muchos y, a la vez, se desdibujan (…) se escurren como agua entre las manos (…) Hay imágenes de él intentando despertarme, antes de salir a la vereda, lo que sería claramente su despedida. La charla con mi madre, donde le aclara que su deseo no es ser un desaparecido más… y, por lo tanto, lo matarían con un tiro en la espalda, porque de frente nadie se animaría… pobre inocente. Se animaron a tanto», narra.

También su madre aflora en su memoria, porque Luisa «era una leona». La tiene presente «defendiendo sus crías de siete (7) y cinco (5) años de edad», y describe cómo luchó esa madrugada contra la adversidad, en medio del caos, la crueldad y la confusión, «no comprendiendo quién estaba en el suelo, llamándolo por teléfono a su estudio a los gritos diciendo ´Dante, vení. Han matado a un hombre´ y comprendiendo la situación cuando acomoda sus pies, de una forma que ella reconoce, solo ella reconoce que era él, ya que su rostro solo era sangre».

María José vuelve a pedir perdón: «Entiendan, desde mi mirada de niña, a la cual no vieron y creyeron que dormía, cosa con la cual cargué toda la vida. Y no fue así. Yo vi todo, y me escondí en el refugio de un niño (…) Entenderán que era muy fuerte transitar todo ese espanto y pánico a la vez (…) Ese es mi relato, por primera vez dándole voz a esa niña de cinco (5) años».

Agradecimiento a la FCEJS

María José agradeció a la FCEJS «este esperado reconocimiento» y a la convocatoria que le hicieron llegar a través de la Secretaría de Extensión, a cargo de Elizabeth Magallanes. Pidió que se recuerde a su padre por el amor que entregó, por la lucha que emprendió «por la vida, por la igualdad de las personas, por la naturaleza, por la amistad, por la familia».

También agradeció a quienes aportaron para la investigación y el esclarecimiento de la causa, cuyo juicio se llevó adelante entre 2013 y 2015, cuando en San Luis se desarrolló el segundo juicio por delitos de lesa humanidad. Mencionó, entre otros, a José María Lescano; Rodolfo Bodo; Omar Uría; la APDH regional San Luis; Norberto Foresti, «una de las personas más importantes en la búsqueda de la verdad y la justicia»; el fiscal Cristian Rachid, «que acompañó la causa, involucrándose sinceramente no como un funcionario judicial más, sino con un compromiso genuino» y a la periodista Belén Dávila «por su incesante búsqueda de pruebas y testigos que puedan contribuir a la causa y porque es quien me encuentra».

Por último, dejó un deseo en cuanto al aula que lleva ahora el nombre de su padre: «Ojala en esta aula se puedan forjar ideas, sueños, acciones, interacciones para que volvamos a creer en un mundo mejor, ese mundo mejor debería ser posible dese la mirada de Dante, desde su lugar de docente, actividad que amaba respetaba y dedicaba».

Nota: José Luis Baigorria – Radio UNSL Villa Mercedes

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